viernes, 23 de enero de 2009

LÍNEAS NEGRAZULADAS

El día tenía un sabor amargo. Aún mas amargo que aquél día de Funeral. Ése, el que nos despedimos de la sangre más brava que pude haber conocido. No era soleado, pero tampoco olía a lluvia. Estaba todo en silencio, como si fuera una canción secreta de mudos y sordos dónde sólo ellos entienden todo.
Eran las cuatro y cuarto, “perfecta hora para rezarle a los difuntos” decía mamá, “calladamente.”
Recorría la casa, inspeccionaba los pasillos y las ventanas de cada habitación, aún no sé por qué se me daba esa Fascinación. Cuando llegué a una puerta que estaba justamente en las sombras; la única que tenía misterio, un misterio negroazulado. Nunca me imaginaría que en esa habitación estaría una ventana que fuera cómplice del tiempo y de la muerte.
Recuerdo muy bien el color turquesa de la puerta. La toqué levemente y ésta en vez de abrirse lentamente, para revelar su misterio negroazulado, se separó de su fiel acompañante filo como si tuviera un ataque de histeria repentino. Me asusté. No sabía lo que ahí se preparaba para salir, escapar, correr del profundo negroazulado, pero, nada saltó. Nada. Me dirigí hacia la ventana, mi fascinación de la casa. En el transcurso del camino se escuchaba un susurro pero no era el viento, ni el de los roedores mudos. El ambiente se comenzaba a sentir más y más pesado, como si estuviera el secreto de esa habitación encima de mí y no me quería dejar llegar a mi línea de meta. Veía la ventana, en la penumbra, más cerca, pero cuando estiraba el brazo para tocarla se alejaba y el rey blanco y la reina oscura hacían penumbra negrazulada aún mas pesada.
Cuando por fin toqué el viejo encaje que cubría la ventana, escuche el tic tac de un reloj. Un reloj que no oí al entrar. Seguí explorando las cortinas pesadas y con un olor a humedad, que me imaginé que estaban teñidas de color morado y con figuras de caracoles, como los de un camafeo antiguo. El reloj se dejó de oír al igual que mi respiración, lo único que seguía era ese misterioso negroazulado que cada instante se volvía más y más desesperante. No soporté ni un segundo, así que abrí las caracoleadas y teñidas, húmedas, pesadas y viejas cortinas para volver a sentir mi respiración y escuchar el tic tac, pero ése ya no se escuchó. Traté de buscarlo, ya sin estar en la penumbra negra, ahora era una luz azulada. Llegue de vuelta a la turquesada puerta y al alzar la vista para ver por última vez la ventanas y cortinas, se interpuso, como un eclipse, una silla con delicada silueta femenina. No sé por qué no la vi antes, la verdad no quise saberlo.
Sólo vi su perfil: vestido de telas blancas azuladas, manos delgadas con uñas de color sangre (sangre con vida pintadas), pelo lacio y largo negro, creo que con tristeza negrazulada.
Tenía un libro antiguo en manos que lo abría y cerraba, una y otra vez. No sé si en la misma página, no sé si leía las mismas frases. Lo abría con ternura, como si estuviera una mariposa turquesa con alas negrazuladas, lista para escapar. Suspiro intermedio. Después lo cerraba en un acto y con tanta fuerza como si quisiera sacar el polvo de las paginas o aplastar a la mariposa. Luego lo ponía frente a su cara, de perfil. Como queriendo verse reflejada en la contraportada del libro. Lo veía, ¡ella exigía su reflejo! Lo buscaba, escarbaba con los ojos, con las temblorosas manos, con las uñas pintadas su reflejo en ésa contraportada. Relaja sus brazos, encorva su espalda, pues no halla nada.
Gira levemente su cabeza, queriendo convencer ala reina de la sombra, que parecía estar hacia la puerta turquesa. Miro sus ojos de angustia negroazulada. Los cierra y aprieta fuertemente sus párpados como si no quisiera creer, como si no quisiera tenerlos, como si fueran su pecado pero, los deja en pez y los vuelve a abrir con la misma ternura como con la que abrió el libro. Vuelve a girar su cabeza para ver su imaginario espejo sin reflejo. Se inclina casi hasta besar sus rodillas, cae su pelo negroazulado como queriendo tocar el fondo de un lago. Otro suspiro intermedio. Remonta su postura original, erguida. Retira sus cabellos del húmedo lago, gotean granos de sal. Mira a su izquierda, sé que está mirando la ventana, sé que esta lista parara fugarse con el rey de luz y con la reina de sombra, también sé que no se quiere despedir. Lo único que no pude descifrar en ese momento fue que de la ventana, el cielo de nubes azuladas se tornó en una noche negra amarga.

5 comentarios:

Cynthja Gar-men dijo...

q onda, Elisa
aquí nomás visitando y dejando saludos
nos estamos viendo
saludos a todos los letrosos

Beltrán Leyva dijo...

Hola, elisa
aquí visitando tu negroazulado blog.
Desde mi negroazulado punto de vista, me gustó la visión de la fémina despidiéndose del espacio vital. Al final de un funeral sólo quedan los cigarrillos boots, el pollo Kentucky y como dices, la noche amarga que se abre para engullirnos en unos días de melancolía.
Saludos negroazulados jeje
pásese a mi blog.

Durango Onof Hernández dijo...

ya ni chingas no voy a poder dormir haha está bueno nomás ke se me hizo medio largo. bueno bye

Beltrán Leyva dijo...
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VISION DE ARLEQUÍN dijo...

hola mi amor, pos aki pasando a dejarte mis palabras porke todolo demás te lo regalo en su preciso momento. Muybuen escrito. Yalo había leídoy pense ke tambien ya te lo había rayadoo, y dado mi punto de vista pero bueno.
Ya ves ke si tienes talento pa la narrativa, te hubieras metido conchuy de León a aprender y te hubieras kitado de perder el tiempo en Teatro, jejeje, no te creas, no sea pperdida de tiempo todo lo ke conlleve a la satisfacción.

Espero pasar seguido por aquí y ya sabes que te mando mil besos y los que faltan te los doy cuando te vea de nuevo.

Veo tambien que tu blog va viento en popa. Te felicito y te va quedando muy bien.

"La vida es un gran circo, pero sin espectadores"